Semana XI (del 12 de abril al 18 de abril)

Martes

Corro desde tiempo inmemorial (vamos que no me acuerdo), son esas cosas que haces en tu vida de una manera tan integrada que no le prestas casi atención. Tan naturalizado lo tengo que si no lo hago, aunque sea una putada (porque correr supone un gran esfuerzo), lo echo en falta y se me crea incluso un cierto síndrome de abstinencia. Por eso Tomasito dice que “del deporte también se sale”. En fin, el asunto es que cuando corro la creatividad se me despierta salvajemente, el cerebro entra en “flow” (fluye) y se me ocurren cosas cojonudas, puede influir que no tenga cerca el teléfono inteligente, sintagma que contrasta con el uso poco inteligente que hacemos (hago) del teléfono. Suelo ir por las mañanas, después del instituto, pero con el cambio de hora mola ir a última hora de la tarde, cuando el sol se derrumba por (en nuestro caso)  el costado atlántico. Por la tarde salgo y empiezo a ensoñar mientras corro, me quito la mascarilla, (llevo corriendo un año con mascarilla), decido llevarla bajada porque me ahogo entre la alergia y las arrobas que me sobran, me asfixio, empiezo a pensar, sin saber cómo ni por qué, qué habría pasado si hubiera sido famoso tal como entiende la fama nuestra sociedad, pienso que hubiera sido un gilipollas (más), ahora creo que es una de las peores cosas que te pueden pasar, hay que tener una solidez personal de la que no puedes salir indemne, la fama es una anomalía que puede destruirte y hundirte en la miseria. Hubiera sido un gilipollas profundo, un niño eterno enredado con el juguete de la fama. La fama se relanza en el siglo XV cuando quema mucho el paso del tiempo y el honor es el máximo valor social. Manrique, el autor de las Coplas a la muerte de su padre, concibe el mundo de forma tripartita, el mundo terrenal,el de la fama y el mundo eterno. Manrique recupera la vida ejemplar de su padre para ponerla a salvo del olvido. Es ingenuo pensar que podemos escapar de las garras del olvido, pero es hermosamente humano pensarlo. La importancia de Manrique es que en sus versos transparece una auténtica verdad, la congoja de “cómo se pasa la vida” y “cómo se aviene la muerte, tan callando”. En Fraude, un documental de Orson Welles, recuerdo un fragmento que todavía me estremece, y frente a esta resignación ante el paso de la vida y la llegada de la muerte, el oso americano da un paso más: 

ORSON WELLES: Our works in stone, in paint, in print, are spared, some of them, for a few decades or a millennium or two, but everything must finally fall in war, or wear away into the ultimate and universal ash – the triumphs, the frauds, the treasures and the fakes. A fact of life: we’re going to die. «Be of good heart,» cry the dead artists out of the living past. «Our songs will all be silenced, but what of it? Go on singing.» Maybe a man’s name doesn’t matter all that much.

Traduzco un poco libremente el fragmento: todo lo hermoso se salvará ilusamente del olvido por unas décadas, algunas generaciones quizá, pero todo lo hermoso terminará en cenizas, lo hermoso y los triunfos, los fraudes, los tesoros y los fingimientos. Vamos a morir, es ley de vida. Ten buen corazón, entonces, dicen los artistas que mueren. “Nuestras canciones serán silenciadas pero, qué carajo, sigamos, cantando. Es posible que el nombre de un individuo no importe mucho al fin y al cabo.

Sigamos cantando, la fama también morirá en cenizas que el viento arrastrará muy lejos. Seremos irremediablemente olvido por mucho que pataleemos. Por eso es inútil la fama, tan inútil como patética. Lo más digno, quizá, es amalgamarse en la humanidad anónima, ese fardo sin fondo del que debiéramos orgullosamente (a pesar de todo) sentirnos parte. 

Jueves

Vamos a casa de un profe recién jubilado, más de 30 años de servicio en materias artísticas. Cuando se jubila un buen profe, para mí muere algo. Su despedida conmovió al alumnado, que todavía echa en falta su calidad educativa y su bonhomía. Son de los profes que dejan huella. Siempre cito los versos de Machado en la despedida de un maestro mítico, Francisco Giner de los Ríos, ese gran educador que pudo, a través de una educación más humanista, cambiar el rumbo de la historia de España y que la fuerza bruta (y militar) embarrancó para siempre en una guerra civil. “Sed lo que he sido entre vosotros, alma”, y eso es lo que en verdad (y en realidad) puede dejar uno en las aulas, alma. Cuando un profe ha resistido más de treinta años en las aulas sin dejar de creer en la educación, sin dejar de creer en que los chavales pueden aprender, sin caer en un cinismo desgarrado e inhabilitante, cuando eso ocurre, es que uno ha sido, entre los demás (y para sí mismo) alma. Y para ser alma no cabe ser cobarde, y esa es la espada de un buen maestro, la valentía. Te respetamos (respeto), maestro y compañero, Don Javier Molina.