Demagogia

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El 26 de septiembre de 2004, el día en que Moral Santín se gastó 199.18 en el restaurante La Leyenda, un amigo se quedó en tierra porque no tenía dinero para comprar un billete a Londres y asistir a la entrevista de trabajo que yo sí pude hacer.El coste del billete era de 198 euros y no pudimos, entre los dos, reunir el dinero suficiente para comprar un segundo billete. Aquello nos separó y a mi amigo le perdí la pista. Tengo entendido que se ha asimilado a ese fondo gris y anónimo de los trabajos indignos y aniquilantes.

Como queda bastante claro, voy a hacer un ejercicio de demagogia, por si a esta altura alguien piensa dejar la lectura y dedicarse a cosas más interesantes. Gran Hermano lleva diecisiete temporadas, creo, y seguramente estén tuiteando algo de interés que pueda ser trending.

A Luis cada pastilla de Sovaldi le costaba 300 euros, no pudo pagarse ni una, quizá  los 3.714 euros que se gastó Miguel Blesa en un hotel de la cadena Ritz-Carlton durante marzo de 2008 hubieran paliado su enfermedad. Pero no pudo ser y la Hepatitis C acabó con él. Hoy, su familia le añora.

En 2007 Susana y la mayoría de sus compañeros de 2º de ESO no pudieron pagar el libro que el profesor de Lengua pidió como lectura obligatoria. El libro era El secreto de las fiestas de Francisco Casavella. El libro costaba 13 euros y con los 200 euros que Francisco Romero de Tejada se gastó en la Armería Safari Express se podrían haber comprado 15 libros si Susana y sus compañeros hubieran aportado 40 céntimos de euro. Seguramente ese pico los hubiera pagado el instituto o el profesor. Todo fuera porque los alumnos leyeran y supieran interpretar un texto y, por tanto, la realidad. Pero se quedaron sin lectura, sin libro (y sin realidad).

La señora Luisa y su hijo discapacitado vivían en una casita baja de un barrio de la periferia de Madrid. El chaval no se podía valer por sí mismo, así que dependía completamente de su anciana madre. El padre murió relativamente joven, reventado de trabajar por las noches en una fábrica de embutidos. Los trastornos del sueño acabaron con él. La señora Luisa o pagaba la letra del piso o daba de comer y atendía a su hijo, no tenía otra alternativa. Dejó de pagar y en el húmedo febrero de 2012 los desahuciaron. Quedaban pendientes 52.000 euros de deuda, justo el pico de los 252.000 euros que se gastó Antonio Romero entre 2007 y 2012 con su tarjeta black. La ejecución fue llevada a cabo por Caja Madrid, a la que su marido llamaba el Monte de Piedad, por costumbre y por tradición. Ese pico les hubiera salvado del frío de febrero, de la obscenidad de los enseres personales en medio de la calle y del ruido que tronó la cabeza del hijo de la señora Luisa.

Sandra estaba en segundo de carrera. Estudiaba Filología Hispánica. Tuvo que hacer un paréntesis en el año 2008. No le llegaba para pagar la matrícula. Tuvo que estar un año dando clase de Lengua y de Sociales (y de lo que fuera) a niños de su pueblo por 4 euros la hora. Ni con eso le llegó para el año siguiente, la matrícula costaba 750 euros sin contar con asignaturas de segunda matrícula. Lástima que Sandra no fuera la hija del sindicalista Francisco Baquero Noriega, que el 10 de noviembre de 2011 se gastó 2.501,8 en la matrícula de un colegio de enseñanza reglada. El coste lo cargó a la tarjeta black.

A Mena le pertenecía la pensión mínima con cónyuge a cargo para mayores de 65 años, que en 2011 se cobraba a 742 euros mensuales. Mena tenía para él y su mujer, claro. Se podrían arreglar sin muchas estrecheces. Rodrigo Rato Figaredo se gastó 459,81 el 26 de febrero de 2011 en un club o sala de fiestas. No se especifica cuál. Con ese dinero Mena hubiera podido pagar el agua, la luz y la comida de la familia de uno de sus hijos, el mayor, que montó una empresa de construcción y tuvo que cerrar con la crisis. Al día siguiente, Rodrigo Rato, casi a la misma hora, a las 14 horas y 2 minutos, se volvió a gastar en un club o sala de fiestas (no se especifica el nombre) un total de 322,98 euros. Mena, con ese dinero, hubiera podido pagar el gas, el agua y la comida de su hija menor Aurori, que trabajaba pero no llegaba a fin de mes. Tenía tres hijos y un marido en paro. Aurori trabajaba limpiando portales y casas a una media de 6 euros la hora. Al mes sacaba alrededor de 340 euros; a veces, si el mes había sido bueno, se sacaba 360 euros. Todo en negro, claro. Como Mena no pudo contar con el dinero que Rodrigo Rato Figueroa se había gastado en el club o salas de fiestas el 26 y 27 de febrero de 2011 con su tarjeta negra (black), tuvieron que emplear la pensión de ese mes de febrero, íntegramente, en ayudar a sus dos hijos y sus familias. Aquel mes, Mena y su esposa, tiraron como pudieron. Bueno, para ser justos y no hacer demagogia, los padres pusieron 620 euros de la pensión y el resto, para hacer frente a los pagos, lo pusieron los cabeza de familia, es decir, su hijo mayor y la Aurori.

Este ejercicio de demagogia sería gratuito si el rescate bancario a Bankia, antigua Caja Madrid, no hubiera costado a los fondos públicos (costeado por todos) casi 46.000 millones de euros, según los peritos del Banco de España  ( Noticia de El Mundo 04/04/2016 )    Y más cuando un periódico nada sospechoso, y serio, como Cinco Días  eleva el coste de los recortes (gasto social) en España a 78.164 millones de euros en el periodo de la crisis, de 2009 a 2014 (ahora, por lo visto, la crisis ha cesado). Nos ha salido cara la demagogia.

(La palabra demagogia en griego significa “arte de conducir al pueblo, ganando especialmente su favor”. Dicen los estudiosos que la palabra no nació con un sentido peyorativo, pero que el advenimiento de la democracia como sistema lo pervirtió indefectiblemente. Hasta hoy. Hasta mí.)