Recicla y re$pira

 

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Hay un anuncio del gobierno de Aragón que anima al reciclaje con un tonito muy neoliberalcapitalista. En él aparece un niño de unos 8 años cuya boca tapa la oración Por cada seis latas que reciclas contrarrestas 10 minutos de tubo de escape. Las letras hipsters con las que está escrita se adaptan a la cara, de forma que configuran una especie de mascarilla protectora.
A la izquierda, abajo, se lee el hashtag #ReciclaYRespira y sobre él, en una tipografía grande y neutra vemos la frase, Si el aire es de todos, la contaminación también.
Empecemos por esta última. A su primera cláusula, que plantea una hipótesis, le sigue una correlación consecutiva que nos hace entender que dándose A entonces se producirá B; sin embargo, el autor no dice El aire es de todos, (luego) la contaminación también, sino que opta por iniciar la proposición con la conjunción condicional Si, de modo que prefiere conjeturar antes que simplemente afirmar. Así entramos en el enunciado salvando un supuesto en principio innecesario, pues no parece muy habitual plantearse que el aire no sea de todos. Sigamos.
Si pensamos ahora que el aire nos pertenece a todos (cosa que, gracias a ese Si ha dejado de producirse de manera implícita y como automática) entonces también nos pertenece, sobre todo, una de sus partes componentes, la peor, la contaminación.
¿Quiere insinuar el creativo publicista que acaso no es bueno que el aire sea de todos? ¿A qué viene esa suspensión hipotética de, tal vez, la única propiedad común que nos queda? ¿No podría haber partido de un supuesto diferente y positivo si lo que quiere es concienciar en el buen uso de un bien universal y público? Así, por ejemplo:
Si el aire es de todos, cuídalo.
Si el aire es de todos, no lo contamines.
Si el aire es de todos, sé respetuoso con él.
¿No será que acaso lo que quiere es afirmar que el hecho de que sea de todos es lo que produce la contaminación?
Se nota un reproche en el planteamiento de la información que hace derivar de la propiedad común de ese bien natural una sanción inevitable y como divina. ¿Queríais aire para todos, verdad? Pues a comeros lo peor. Si no lo hubiérais querido…
Esta lógica (que hace que nos pertenezcan todos los elementos contenidos en un continente de propiedad común) podría ampliarse hacia su versión positiva de modo que no sería absurdo afirmar, por ejemplo:
Si la tierra es de todos, su petróleo también.
Pero no. Aceptamos con sumisión desde el principio de los tiempos que la tierra no es de todos y aquí no pasa nada. De momento nos cuesta asumir un poco más que el aire pueda no ser de todos, pero quizá deberíamos empezar a acostumbrarnos a que dentro de muy poco podrá dejar de serlo. Un aire privatizado olería mejor, pero como os empeñáis en usarlo y respirarlo, así nos va.
Sigamos con el letrero mascarilla. Por cada seis latas que reciclas contrarrestas 10 minutos de tubo de escape.
–¿Qué es lo que contamina el aire?
–Según el anuncio, que no reciclemos lo suficiente.
–¿Hay alguna solución para esto?
–Sí.
–¿Cuál?
–Reciclar mejor.
–Fácil.
Ahí está el anunciante solucionando por elevación lo que podría solventarse por disminución. Parece que el creativo hubiera obviado un detalle tan tonto, tan sin importancia como que lo que realmente contamina es la combustión de los automóviles. ¿Cómo puedo combatir la polución? ¿Reduciendo el uso del automóvil?, ¿potenciando el empleo del transporte público?, ¿utilizando más la bici?, ¿construyendo infraestructuras que hagan la ciudad más accesible y agradable para caminar? No. Lo mejor sería que reciclaras latas. 6 latas, te dan 10 minutos. 36 latas una hora.
Como parece que los diez minutos se aplican al tubo de escape de un solo coche, se daría la feliz consecuencia de que si recicláramos el número exacto de latas equivalente a su Tiempo de Contrarrestación Polucional (TCP), podríamos conducir nuestro coche sin contaminar durante 24 horas siempre y cuando lleváramos al contenedor amarillo al menos 864 latas.
No es fácil acumular ese número de envases en casa de forma habitual, de manera que sería conveniente que compráramos latas en previsión al número de horas que vamos a conducir.
–Oye, tengo que hacer un Madrid-Cádiz.
–Con 252 latas que compres y lleves después al punto limpio ya equilibras.
–A mí es que me gusta pisarle.
–Coño, pues mejor, te quitas una hora, con 216 vas que te matas.
–Anda que no.
En esta escalada de consumo, las fábricas de latas, en función de la creciente demanda de sus productos, enlatarían en varios envases las cosas que antes enlataban en uno solo. Proliferarían las industrias envasadoras que darían lugar a la creación de muchos más puestos de trabajo directos e indirectos. Por un lado aumentaría el personal de sus propias fábricas, y por otro, la venta de automóviles se vería incrementada, pues ni los más tiquismiquis con eso del calentamiento global tendrían sensación de culpa.
–¿Adónde vas a estas horas?
–A comprar unas latas.
–¿Unas latas ahora?
–Es que no me salen las cuentas y mañana termina el plazo del RPF (Reciclaje de las Personas Físicas).
–Chico, es que este mes has ido en coche hasta a mear.
–Yo reciclo lo que me toca, así que a mí no me digas.
Las grandes corporaciones latísticas, conscientes de ser altamente contaminantes, desarrollarían una producción propia no destinada a la venta, sino solo al reciclaje, de modo que establecerían un Indice de Contrarrestación (IC) muy ajustado y eficiente instalando una planta de reciclado en una zona adyacente a la factoría. Dentro de ese índice se computarían las emisiones de la propia fábrica, las de los automóviles de los directivos y las de las máquinas que transportaran las latas desde la misma línea de producción hasta los enormes contenedores amarillos.
De lo de #ReciclaYRespira ya no voy a decir nada.