La salvación de los hombres existe, está en las notarías.

El mundo se remansa en las notarías. Las pasiones mundanas del hombre vulgar y arrebatado chocan contra ese rompeolas burocrático. Todo lo importante se afronta de cara en las notarías, no se deja nada para después, se abren todos los sobres en cuanto llegan porque allí no existe el miedo. Taller mecánico de la vida verdadera. Hipotecas, contribuciones, impuestos, sucesiones, herencias… Un niño que haya crecido pisando la luminosa luz de las notarías será siempre un niño valiente. Los notarios garantizan la identidad del universo, sostienen la existencia de las cosas que ocurren bajo los poderosos arcos de sus rúbricas. Más allá de las notarías no existe un luego. Lo que se puede resolver entre personas se resuelve en sus dominios y con sus herramientas. ¿A qué le tiene miedo un notario? ¿A qué entrega? ¿A qué notificación? ¿A qué despacho? ¿A qué requerimiento? El notario aplica su cirugía a las causas catastróficas sin pánico ni prejuicios para reconstruirlas y darles un sentido. Todo lo que pueda ocurrir, para que finalmente ocurra, debe entenderlo un notario.

Ojalá en vez de llevarnos a museos y a las fábricas de galletas nos hubieran llevado a visitar notarías. Mirad niños, aquí se resuelven los problemas de las personas en el mundo. Ese señor comprende todos los documentos, todas las sentencias, todas las consecuencias administrativas de los actos. ¿Veis esta firma que no cabe en la hoja? Con ella se establece qué es verdad y qué es mentira. Estas personas que están allí sentadas se conocen los plazos de todas las instancias, incluso los plazos de las instancias que han caído fuera de los plazos. Nada queda al margen de su fuero, nada se sale de su universo sin confines.

Algún profesor debería habernos explicado esto con cuidadoso detalle. Debería habernos quitado de la cabeza tanto pájaro literario, tanto padecimiento romántico envuelto en bruma, tanto arte farsantemente redentor. Hijos, hoy vamos a aprender cómo se rellena una fe de vida, y como deberes, esta tarde vais a completar una reclamación de deudas dinerarias. Los niños que han tenido un notario en la familia saben de primera mano que el fantasma terrible de la administración punitiva no es inabordable. Esos niños no tienen pánico a la multa vergonzante, a la llamada de atención con timbre del Estado porque su abuelo les ha contado mil veces que todo se puede solucionar si sabes lo que hay que escribir en el papel adecuado. Hay que desterrar definitivamente las vocaciones fantasiosas, las inclinaciones gilipollescas como la de ser actor o estrella del pop y empezar a reivindicar la figura del notario en cómics y en películas. Hay que dedicarles la avenida principal de todas las capitales de provincia. El mundo se resuelve en las notarías, repetid conmigo. Nunca se hará suficiente hincapié en esto durante las etapas formativas más tempranas. Niños, si queréis ser útiles a la sociedad, si queréis vivir la vida plenamente, si queréis ser héroes para vuestros familiares y para vuestros amigos, si queréis sentiros queridos, si queréis desterrar para siempre el miedo de vuestras vidas, si no queréis preocuparos jamás por el dinero tenéis que ser notarios. Los poderes civiles se pliegan dóciles a su mando de pluma estilográfica. Nada hay tan grande que no quepa con holgura por las enormes puertas de sus despachos. La salvación de los hombres existe, está en las notarías.